13.9.13

Gimnasia descriptiva

A mis alumnos de segundo año los invito a realizar una descripción literaria a partir de un foto. Les pido que elijan un retrato de la infancia y lo describan de manera subjetiva. Este ejercicio les permite descubrir adjetivos, sus usos y los efectos sobre la lectura. Para incentivarlos les llevo algunas fotos mías y las describo. Aquí le dejo uno de esos textos nacidos en el interior del aula.

 Los elefantes de la infancia

Estaba enojada, quien sabe por qué o quizás puedo imaginármelo. ¡Pse! ¡Pse! Del otro lado, del que miraba a través de una cámara, estaba mi padre que insistía en tomarnos una foto. Mi hermana mayor, Laura, inclinó su cuerpo y lo complació con una simple mueca. Yo no quería regalarle una sonrisa. Desde pequeñas siempre fuimos muy parecidas físicamente: los cabellos como campos de trigales que se mecían lacios sobre la espalda; delgadas y ágiles a la hora de correr detrás de una pelota o subir a un árbol. Para la gente, los que no podían ver más allá de esas cáscaras, aquellas niñas eran mellizas. Comprensible, pienso ahora, porque nos llevamos sólo un año de diferencia. Pero Laura miró a la cámara y lo consintió. Yo,  por el contrario, le grité. Y si uno lee los labios puede ver un inmenso “¿Qué?” , “¿Qué querés?”, al que se podría traducir como no molestes más. Siempre fui más insolente y caprichosa.  Ese día, supongo, estaba embelesada ante el elefante y no quería que nadie me robara la contemplación, ni siquiera una foto. En realidad, nunca había imaginado que podía llegar a estar frente a un elefante; eso era cosa de dibujitos animados o de países remotos. Por aquella época habíamos ido a ver, al cine Rex de Formosa, una reposición de la película Dumbo de Walt Disney. El simpático, tierno y pequeño elefante de enormes orejas, con las que podía volar, nos había cautivado el corazón infantil. Ese otro animal despintado y viejo, encadenado a un poste, no se parecía a Dumbo. Seguramente, observé detenidamente las gruesas y frías cadenas y los párpados caídos. La mole, cansada de tantos niños, aguantaba resignada su destino. Entonces, supuse que nada sería igual a los dibujos animados. Y ahora que lo pienso bien, quizás en esa foto no estaba enojada sino decepcionada porque los elefantes de la infancia ya no podían volar.