30.12.09

La insolencia del vinal

Tarareando la canción de Lou Reed inició su último viaje. Sus pasos eran alumbrados por el auto en llamas y la luna blanquecina hecha plato en lo alto del cielo. Estaba cerca del quebracho colorado que anunciaba la llegada a la comunidad, en ese punto exacto debía doblar y avanzar unas horas más. Arrastrando los pies, casi sin fuerzas, intentó seguir el difuso sendero que terminaba en unas matas enroscadas de vinal. El olor fresco a palo santo la avivaba a continuar, sabía que cruzando los espinosos árboles encontraría a Oliverio. Se tocó la nariz y arrastró con sus dedos un hilo de sangre hasta los labios. El gusto amargo le llegó a la garganta. Miró las estrellas, nunca las había visto brillar tanto, y sintió que todas ellas se unificaban e inesperadamente formaban un contundente resplandor. El destello la cegó por completo, hasta voltearla. Derrumbada en el suelo, en intermitentes chispazos, pudo ver el rostro de Oliverio en un día soleado, como queriendo decirle algo, con la boca obscenamente entre abierta, doblando de un lado a otro la cabellera apelmazada; pudo ver sus pies enrojecidos, tan lejos, tan desnudos, como ya idos; y pudo, también, retener su sonrisa, anticipando lo que ya no serían.
El monte cantó canciones de cuna, el oxígeno acompasadamente dejó de fluir hacia todos sus órganos y Ana entró en un largo sueño. Miró el firmamento desde una simplicidad extrema, como nunca antes se había detenido a verlo, se llenó los ojos de astros y se dejó absorber por el brillo que la invitaba a danzar entre los haces de luz. Impregnada de puro cosmos, volvió a cerrar los ojos y exhaló lentamente, sabiendo que era su último aliento. El aire se le escapaba y no había modo de retenerlo. Al rato, estaba hecha una sombra de la mujer que había sido. Entonces, dejó atrás al penoso y dolorido cuerpo y prorrogó su vagabundeo por el desierto. Corrió muerta, sabiendo que lo estaba.
Hecha dulce ánima, tomó nuevamente la carretera principal, absorbida, esta vez, por los rayos de sol y el calor agobiante del nuevo día que asomaba. Sentía la luminosidad cayéndole sobre las pestañas, recordaba ese ardor que producía el sol, aunque sólo lo podía captar en remembranza, no en la experiencia, no desde los sentidos. Intento abrir los ojos y se dio cuenta que ya no los necesitaba, las entidades se manifestaban desde sus energías. Un zorro se acercó y le hociqueó la mano. Ella lo acarició y comprendió que debía seguirlo. Anduvieron uno al lado del otro, el animal le transmitía calma y serenidad, la necesaria para no abandonar ese rumbo incierto. A poco de iniciada la caminata, el zorro se detuvo y ella también lo hizo. De inmediato supo que debía seguir transitando sola lo que quedaba del camino, que el zorro ya no la acompañaría. Avanzó un rato más hasta que una camioneta se le vino encima y la tiró al suelo. No fue un golpe lo que sintió, sino una especie de fuerza que la aspiraba. Desde la tierra caliente vio las cubiertas humeantes. Después, la puerta del vehículo se abrió y unas piernas delgadas, enfundadas en unas botas All Stars rojas, caminaron hacia ella. Entonces, pudo comprender lo que estaba sucediendo. Sin pensarlo, se lanzó sobre su cuerpo ya ido. Aprisionando la delgada figura, contempló su rostro extremadamente bello, con una paz inquietante, nunca había podido percibirse a sí misma desde lo bello. Se acarició la rala cabellera, sin pena, sin lástima. Besó sus propios labios cuarteados, para reparar el amor que nunca había tenido y reposó en paz sobre el pecho agitado de quien viviría sus últimos días. (Fragmento de la Insolencia del vinal, libro a publicarse por la Fundación La hendija. A los interesados en adquirir la novela, escribir a maraxul@hotmail.com)

Arbait macht frai


De los edificios cayeron cuerpos. Era mentira, el trabajo no los hizo libre y el campo de concentración aún no ha cerrado sus puertas.

Desvelo


No enciendas la luz, no abras la ventana.
Esa sombra no soy yo.

Ausencias


La abuela Chichí en su fondo con aroma a jazmines.

19.12.09

Ánimas o te animás


Dibujo sobre papel 210mm X 297mm. Tinta, acuarelas, lápices y acrílicos.

Alas de ceibo

(dibujo sobre papel 210mm X 297mm.
Tinta, acuarelas, acrílico, lápices)

17.12.09

La nadadora


Nadar en contra de la corriente, o simplemente nadar en una época de gente con paraguas. (Dibujo sobre papel, tinta, acuarelas, y lápiz).

Payaso boy

Morisquetas, ademanes, pelotas al aire, qué más hacer por una mirada del otro. (Dibujo sobre papel, tinta, acuarelas y lápices).

16.12.09

Om Antonia Om


Foto intervenida